Nahuel Cerrutti: Acerca de Ludwig Van Beethoven · Sinfonía N.º 1
El día 2 de abril de 1800, el programa del Teatro Imperial de Viena anunciaba las siguientes obras:
Sinfonía de Mozart.
Aria de «La Creación» de Haydn.
Concierto para piano de Beethoven.
Septimino de Beethoven.
Dúo de «La Creación» de Haydn.
Improvisación al piano, por Beethoven.
Una nueva Sinfonía de Beethoven.
El director y solista principal de este tan vasto como poco claro programa era el propio Beethoven. Si por una parte, todavía hoy ignoramos cuál de las sinfonías de Mozart fue elegida por Beethoven para esa ocasión, sabemos que, por ejemplo, la improvisación tenía como base el Himno al Emperador, de Haydn. El Concierto para piano era el N.º 1, Opus 15, y la Sinfonía que cerraba el programa, la N.º 1 en Do mayor, Opus 21. Con el estreno de esta sinfonía, en versión de su autor, el nuevo siglo musical quedaba inaugurado.
La importancia dada a los instrumentos de viento en una época en que el predominio de la cuerda era total, causó cierta perplejidad y, en algún caso, marcado desagrado. Así, el crítico musical de un periódico de Leipzig objetaba que, debido al «uso excesivo de los vientos, la obra parece haber sido escrita más para banda que para orquesta».
De hecho, si bien es cierto que esta Primera Sinfonía es fiel y digna continuadora de la tradición representada por Haydn y Mozart, también lo es que en ella pueden ya vislumbrarse algunos de los elementos del original pensamiento sinfónico de Beethoven.
La orquestación incluye: dos flautas, dos oboes, dos clarinetes, dos fagotes, dos trompas, dos trompetas, dos timbales y cuerda —violines primeros y segundos, violas, violonchelos y contrabajos—.
El Adagio de doce compases con el que comienza la sinfonía debió seguramente sorprender a los oyentes de la época por su audacia. Beethoven, en lugar de afirmar la tonalidad básica de Do mayor como la costumbre aconsejaba, propone un acorde de dominante de Fa mayor, que modula primero a Sol para desembocar en Do mayor. Aunque procedimientos similares habían sido utilizados en alguna ocasión por Haydn, no por ello es menos audaz y desconcertante. Ya en el Allegro con brio que sigue a la introducción, son los primeros violines quienes exponen el primero de los dos temas. El segundo tema, más melódico, conserva el esquema tripartito clásico. Al breve desarrollo sigue la reexposición.
El segundo movimiento, Andante cantabile con moto, es la esencialidad del espíritu haydiniano, finamente expresado en el primer tema a cargo de los segundos violines; el segundo tema no carece de cierto humorismo.
El Minué, Allegro molto e vivace, es típicamente beethoveniano, su tensión rítmica es un buen anticipo del Scherzo de la Séptima Sinfonía.
En el Final, Adagio — Allegro molto e vivace, Beethoven regresa a la tradición, en especial a Haydn. Los últimos compases, decididos y rotundos, son algo más que una mera afirmación del futuro.
Nota: Este texto, escrito en Húmera, Pozuelo de Alarcón, 1982, fue publicado en la contraportada del disco elepé y en la carpetilla del casete, en la Colección Doblón Serie Clásica, Dial Discos, Madrid, 1982. La interpretación estaba a cargo de la Orquesta del Concertgebouw de Ámsterdam bajo la dirección de Wilhelm Furtwängler. El mismo texto quedó posteriormente integrado en, Nahuel Cerrutti: Música en contracubierta. Sevilla, 2011; Buenos Aires, 2014.