domingo, 27 de julio de 2025

Henry Purcell – Nahum Tate · Dido and Aeneas / Dido y Eneas. Traducción: Nahuel Cerrutti.

ÓPERA EN TRES ACTOS

PERSONAJES

Dido · Reina de Cartago

Aeneas / Eneas · Príncipe troyano

Belinda

Sorceress / Hechicera

First Witch / Primera Bruja

Second Witch / Segunda Bruja

Second Woman / Segunda Mujer

First Sailor / Primer Marinero

Spirit / Espíritu

[Obertura]

ACTO PRIMERO

El palacio. Entran Dido, Belinda y el séquito.

BELINDA. Remueve la nube de tu semblante,

el destino favorece tus anhelos;

se extiende el imperio,

abundan los placeres,

la fortuna sonríe y tú también deberías.

CORO. Ahuyenta la tristeza, aparta la preocupación,

nunca el dolor debería arrimarse a la belleza.

DIDO. ¡Ah! Belinda, me acosa

un tormento inconfesable,

la paz y yo no somos sino extraños.

Languideceré en tanto mi pena no se conozca,

aunque tampoco querría dejarla traslucir.

BELINDA. La angustia se agiganta aprisionada…

DIDO. Pero la mía no admite ser revelada.

BELINDA. Entonces déjame hablar: el huésped troyano

ha penetrado en lo más íntimo de tu ser;

la más grande dicha que el destino puede conceder

para que nuestra Cartago esté segura y Troya reviva.

CORO. Unidos los monarcas, felices sus reinos,

a un tiempo triunfarán sobre sus enemigos y su destino.

DIDO. ¿Dónde pudo florecer tanta virtud?

¿En qué tempestades, en qué batallas no ha cantado?

Suma al valor de Anquises los encantos de Venus,

¡Tan amable es en la paz, como feroz en la guerra!

BELINDA. Vivencias tan fuertes, tan plenas de infortunios,

fundirían las rocas, y a ti también.

2ª MUJER. ¿Qué corazón tan pertinaz

sería impasible testigo ante tanta pena, ante tanta piedad?

DIDO. El mío, atormentado por las preocupaciones,

aprendió a sentir piedad ante la angustia.

El dolor de los desdichados miserables sabe tocar

tan tiernamente y en lo más sensible mi corazón,

pero por el suyo, ¡ah!, temo y me apiado mucho más.

BELINDA, 2ª MUJER. Siguiéndolo no hay peligros que temer;

el héroe ama tanto como tú.

Siempre gentil, siempre sonriente,

desterrando las preocupaciones de la vida.

Cupido esparce en tu camino

las flores recogidas en la morada elísea.

CORO. Siguiéndolo no hay peligros que temer;

el héroe ama tanto como tú.

Siempre gentil, siempre sonriente,

desterrando las preocupaciones de la vida.

Cupido esparce en tu camino

las flores recogidas en la morada elísea.

Eneas entra con su séquito.

BELINDA. Mira, tu huésped real ha llegado;

¡qué halo divino hay en su porte!

ENEAS. ¿Cuándo, belleza real, podré ser feliz,

libre de amor y de problemas de estado?

DIDO. El destino se opone a tus deseos.

ENEAS. ¡Eneas no tiene otro destino que tú!

¡Deja que Dido sonría y yo desafiaré

el golpe endeble del destino!

CORO. Cupido solo lanza flechas temibles

al corazón del guerrero

y solo quien hiere puede aliviar el dolor.

ENEAS. Si no por mí, al menos por el bien del imperio,

ten algo de piedad de tu amante.

¡Ah! ¡No permitas que un héroe sucumba

en las llamas del deseo, y una vez más Troya muera!

BELINDA. Persevera en tu conquista, Amor.

Sus ojos confiesan lo que sus labios niegan.

CORO. Desde las colinas y los valles,

a las rocas y las montañas,

a las sonoras arboledas y a las frescas fuentes ombrías,

muéstrense y triunfen el amor y la belleza.

¡Deleitaos, oh amorcillos, este es vuestro día!

[Danza triunfal]

ACTO SEGUNDO

Escena Primera

La gruta. Entra la hechicera.

[Preludio para las brujas]

HECHICERA. Díscolas hermanas,

ustedes, que aterrorizan al viajero solitario en la noche,

que chillan como si lúgubres cuervos fueran,

golpeando las ventanas de los moribundos,

¡aparezcan cuando las llame, para compartir la gloria

de una fechoría que hará arder toda Cartago!

¡Ahora!

Entran las brujas.

1ª BRUJA. Di, tarasca, di, ¿qué es lo que deseas?

BRUJAS (CORO). Las fechorías son nuestra especialidad

y hacer el mal es nuestro goce.

HECHICERA. La reina de Cartago, a quien odiamos,

como hacemos con todo aquel que vive en prosperidad,

se hundirá en la desgracia antes del anochecer,

privada de amor, de gloria y de vida.

BRUJAS (CORO). ¡Ja, ja, ja, ja, ja!

1ª y 2ª BRUJAS. ¿Qué su ruina le llegará antes del anochecer?

¡Dinos cómo habrá de ocurrir!

HECHICERA. El príncipe troyano, como saben,

está obligado por el destino a buscar la tierra itálica.

En este momento, la reina y él están de cacería…

1ª BRUJA. ¡Escuchen, los gritos se oyen cada vez más!

HECHICERA. Pero en cuanto hayan regresado,

mi elfo de confianza, enviado por Júpiter, bajo forma de Mercurio,

le reprochará haberse quedado

y lo obligará a zarpar esta noche con toda su flota.

BRUJAS (CORO). ¡Ja, ja, ja, ja, ja!

1ª y 2ª BRUJAS. Pero antes de realizar eso,

provocaremos una tormenta

que estropee su cacería

y los fuerce a regresar a la corte.

BRUJAS (CORO). Con eco. En lo hondo de nuestra gruta prepararemos el hechizo,

una práctica demasiado horrible para hacer al aire libre.

[Danza del eco de las Furias]

Escena Segunda

El bosquecillo. Entran Eneas, Dido, Belinda y sus séquitos.

[Ritornelo]

BELINDA. Gracias a estos valles solitarios,

a estas cañadas y colinas desérticas,

la caza es tan buena y la diversión tan grande,

que la misma Diana frecuentaría estos bosques.

2ª MUJER. A menudo ella visita esta montaña solitaria

y a menudo se baña en esta fuente;

aquí encontró Acteón su mortal destino,

perseguido por su propia jauría

y por las heridas mortales,

descubiertas demasiado tarde.

[Ritornelo]

[Las acompañantes de Dido danzan para Eneas]

ENEAS. He aquí, sobre mi lanza arqueada,

la cabeza sanguinolenta de un monstruo,

con colmillos mucho mayores

que aquellos que despedazaron al cazador de Venus.

DIDO. El cielo se nubla; ¡escucha como el trueno

hiende en mitades los robles de la montaña!

BELINDA. ¡Rápido, rápido a la ciudad! Este campo raso

no ofrece ninguna protección contra la tormenta.

CORO. ¡Rápido, rápido a la ciudad! Este campo raso

no ofrece ninguna protección contra la tormenta.

Dido, Belinda y el séquito salen. El espíritu de la hechicera desciende hacia Eneas bajo la apariencia de Mercurio.

ESPÍRITU. Quédate, príncipe, y escucha la orden del gran príncipe:

Te emplaza a alejarte de aquí esta noche.

ENEAS. ¿Esta noche?

ESPÍRITU. Esta noche debes abandonar esta tierra,

Dios, airado, no tolerará una estancia más larga.

Júpiter te ordena no desperdiciar estas preciosas horas

en las delicias del amor,

concedidas por el Todopoderoso

para que llegues a las playas de Hesperia

y reedifiques la destruida Troya.

ENEAS. La orden de Júpiter debe ser obedecida;

esta noche levaremos anclas.

El espíritu se desvanece.

Pero, ¡ah!, ¿qué palabras encontraré

para aplacar a mi reina ofendida?

Tan pronto como ella me entregó su corazón,

me han obligado han abandonar sus brazos.

¿Se puede acaso soportar un destino tan duro?

¿Una noche amada, en la siguiente abandonada?

¡Vuestra sea la culpa, oh dioses!

Obedeceré vuestra voluntad, pero más fácil sería morir.

ACTO TERCERO

Escena Primera

Las naves. Entran los marineros.

[Preludio]

1er MARINERO. Vamos, queridos marineros, levemos las anclas,

ni el tiempo ni la marea admiten retrasos,

con unos cuantos tragos despidámonos de nuestras ninfas en la playa,

y que nuestra promesa de retorno aplaque su tristeza,

aunque nunca más volvamos a verlas.

CORO. Vamos, queridos marineros, levemos las anclas,

ni el tiempo ni la marea admiten retrasos,

con unos cuantos tragos despidámonos de nuestras ninfas en la playa,

y que nuestra promesa de retorno aplaque su tristeza,

aunque nunca más volvamos a verlas.

[Danza de los marineros]

Entran la hechicera y las brujas.

HECHICERA. ¡Miren, ondean las banderolas y las banderas,

ya levan anclas y despliegan las velas!

1ª BRUJA. Los pálidos y engañosos rayos de Febo

doran esas aguas traicioneras.

2ª BRUJA. ¡Triunfó nuestra confabulación:

la reina ha sido abandonada!

DOS BRUJAS. ¡Elisa está arruinada, ja, ja!

¡Triunfó nuestra confabulación:

¡La reina ha sido abandonada, ja, ja!

HECHICERA. ¡Nuestro próximo paso será desatar

en el océano una tormenta contra su amado!

Nuestro placer depende de la ruina ajena:

Elisa morirá esta noche; mañana arderá Cartago.

BRUJAS (CORO). ¡La destrucción es nuestro placer,

y el placer ajeno nuestra mayor preocupación!

¡Elisa morirá esta noche

y mañana arderá Cartago! ¡Ja, ja, ja, ja!

[Danza de las brujas]

El fuego fatuo confunde a los marineros y los lleva hacia donde están las brujas.

 FIN

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Nota. Las ediciones de esta traducción de Nahuel Cerrutti, del libreto de, Dido and Aeneas / Dido y Eneas, ópera de Henry Purcell y Nahum Tate, son:

1. Nahuel Cerrutti Carol · Editor, Colección: Violín de Carol · Ópera, Sevilla, 2011. (Edición bilingüe: italiano – español).

2. nahuelcerrutti.com / Ópera, 2025. (Edición en español).